Hace poco ha estado de viaje de novios por EE.UU. y nos invita a conocer la siguiente ciudad:
Washington
La
ciudad de Washington (Distrito de Columbia), capital de los EE.UU. de América
edificada sobre lo que era una fétida marisma a finales del S. XVII debe su
nombre a a George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos.
El nombre del distrito, Columbia, es en referencia al descubridor del
continente, Cristóbal Colón. La idea de
poner la capital de la nación en una nueva ciudad completamente planificada
partió del entonces presidente, Thomas
Jefferson, quien acordó situarla justo en los límites entre los estados del
norte y del sur, es decir, entre Maryland y Virginia. La urbe fue planificada por el arquitecto francés Pierre Charles L'Enfant, quien fue
despedido durante las obras debido a sus continuas quejas por la falta de
fidelidad al proyecto programado.
Vista aérea del Monumento a Washington y Capitolio |
Washington ha sufrido los rigores de la guerra: fue quemada
y arrasada por los canadienses en la Guerra Anglo-Estadounidense de 1812
y también ahí se produjo una batalla de la Guerra de Secesión. De ahí que el principal atractivo de la
ciudad, la Casa Blanca, no sea la original y haya sido reformada y
reconstruida en varias ocasiones.
Estatua de Lincoln |
Muy cerca de ahí se
encuentra el edificio del FBI y el Capitolio. Conocido mundialmente por su
cúpula y sus escalinatas, cada cuatro años es el escenario del juramento del
Presidente. Está dividido en dos: El ala norte corresponde al Senado y el ala sur a la cámara de Representantes.
Existen visitas guiadas, todas en inglés, y casi siempre hay sesiones de ambas
cámara abiertas al público.
Justo en frente, tras un larguísimo paseo a pie, se
encuentra el no menos famoso Monumento a Washington, que hasta este año ha
estado rodeado de andamios ya que resultó dañado en un terremoto. Washington,
hombre austero y humilde, nunca toleró que se erigieran estatuas de su persona
y ésa es una de las razones se optó por esta especie de monolito con forma de
pirámide, símbolo masónico, pues los fundadores de esta gran nación pertenecían
a esta logia.
Justo a medio camino se encuentra el no menos famoso Lincoln Memorial, donde podemos
encontrar la estatua del presidente. Lugar mítico, escenario de protestas,
escenas de míticas películas y del más famoso discurso de Martin Luther King. Por cierto, que a unos
metros y a orillas del Potomac se encuentra el monumento al doctor King, una
estatua tallada en piedra a la que le faltan los pies como símbolo de que “la
igualdad entre los hombres aún está por lograr”.
A ambos lados de la escalinata se encuentran dos de los
monumentos más impactantes y emotivos, los dedicados a los veteranos de las
guerras de Vietnam
y Corea. Muy cerca de ahí se encuentra el Monumento a
Thomas Jefferson, poco visitado pues está en mitad del río y pilla algo a
desmano. También requiere un pequeño
desplazamiento en coche el emotivo Alzando
la bandera en Iwo Jima, pero merece la pena, sobretodo de noche.
Pero para el
visitante la visita no acaba aquí, multitud de museos de la Institución Smithsonian, todos ellos
gratuitos y espectaculares, aunque el que se lleva la palma es el Museo
Nacional del Aire y el Espacio donde puedes tocar una roca lunar, ver
el primer avión que rompió la barrera del sonido, disfrutar de una réplica
tamaño natural de un caza Zero japonés de la Segunda G.M. o pasearte por un avión de pasajeros de los
años 50.
A las afueras de la ciudad hay otras dos “localidades” que
hay que ver: Georgetown y el cementerio de Arlington. La primera es una
elegante población de bellas casas donde reside lo más selecto de Washington y
los estudiantes de la prestigiosa universidad, que también se puede visitar.
Tiene una pequeña capilla y un coqueto patio interior. Ahí dan clase o han sido
alumnos varios jefes de estado (muy prestigiosa en Ciencias Políticas) y es
cuna de grandes jugadores de baloncesto (P.
Ewing, A. Mourning, D.
Mutombo).
El cementerio de Arlington, donde “duermen” más de 300.000
almas es parada obligada y sitio que impresiona mucho. No sólo por la tumba de
JFK y su fuego eterno, rodeado de unos muros con frases de sus discursos; ni
por la señorial mansión donde pasó sus últimos años el General en Jefe del
ejército Confederado Robert
Edward Lee, sino que a uno se le encoge el corazón ver las lápidas de
los allí enterrados en alguna de los múltiples conflictos bélicos donde EE.UU.
se ha visto involucrado.
Washington es una ciudad segura para el turista pese a que
asuste su elevado índice de criminalidad. No hay peligro si uno no va donde no
hay nada que ver.
Por último, ver tanta cosa da hambre y por ello hay que alimentarse: a parte de los famosos puestos ambulantes y de las cafeterías de los museos uno puede comer en un restaurante típico español como el Jaleo. Comida española adaptada al gusto yankee. Un consejo: no pidáis cerveza que contenga jengibre, el que avisa no es traidor...
Por último, ver tanta cosa da hambre y por ello hay que alimentarse: a parte de los famosos puestos ambulantes y de las cafeterías de los museos uno puede comer en un restaurante típico español como el Jaleo. Comida española adaptada al gusto yankee. Un consejo: no pidáis cerveza que contenga jengibre, el que avisa no es traidor...
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